A veces pienso que las muchas obligaciones que esta vida nos presenta tienen el propósito de no dejarnos pensar. Así seremos buenos consumidores, no para nosotros sino para ellos, y tampoco votaremos para nosotros, sino que echaremos el voto para ellos.
Para empezar me presentaré como una persona “no nacionalista”, “ni religiosa”. Y diré que considero una notable anomalía comprobar que hay homosexuales católicos, mujeres machistas u obreros de derechas. Todo esto solo se explica desde la confusión y la ignorancia.
A continuación vamos a reseñar como la derecha política basa su éxito en la confusión.
En primer lugar el poder económico, encarnado por personajes como Florentino, Amancio o Emilia Botín, nunca se equivoca a la hora de elegir a sus representantes políticos. Y con esto ya empiezan a tomarnos ventaja a la clase trabajadora, pues no pocas personas de salarios discretos acaban votando a esos representantes. Cuando un multimillonario y un trabajador que cobra 2000 euros votan por el mismo partido, con toda certeza el trabajador no sabe ni lo que está votando. De entrada los ricos no van a cesar en su empeño para que se les bajen los impuestos, ya que consideran una carga injustificada para ellos, el mantener una sanidad pública o una enseñanza pública, las cuales ellos no usan. Y tú, si eres de esos que cobran una nómina para vivir discretamente, necesitas impuestos desde que pisas la acera.
Con frecuencia podrás escuchar a los políticos de derecha o de ultraderecha (Abascal, Milei, Ayuso o Feijó) referirse a los políticos de izquierda como inmorales, porque financian los servicios públicos contrayendo deuda. Pero para no variar tergiversan los hechos, pues no te cuentan que en España fue un gobierno de derechas, el de M. Rajoy, el que batió todos los records de endeudamiento, endeudando al Estado con 418.622 millones durante el periodo de sus dos mandatos, lo que supuso un 98% del PIB (producto interior bruto).
También podrás oír a los economistas de derechas que el capitalismo de libre mercado ha salvado al mundo y que basta mirar la historia económica global de los últimos 250 años, y en particular de los últimos 100 años para darse cuenta de ello. Pero también con esto pretenden confundir a la gente, ya que por desgracia en muchos casos las personas se tragan este tipo de cosas sin molestarse en contrastarlas.
En primer lugar situaremos el nacimiento del capitalismo entre finales del siglo XV y principios del XVI, y diremos que era un capitalismo básicamente de acumulación de riqueza, pero que nada tenía que ver con la superproducción industrial.
Durante la primera revolución industrial (1760-1840) las condiciones de vida de los trabajadores eran infrahumanas. La riqueza económica, que la producción generaba, empezó a cubrir unas condiciones básicas de vida con el surgimiento de los movimientos obreros, precisamente a partir de la década de 1830-1840. Aún hoy en día, en aquellos lugares del planeta donde existe capitalismo, pero carecen de organizaciones obreras (sindicatos de clase o partidos políticos de izquierda con representación institucional) la población sigue siendo prácticamente esclava (mayor parte de África o Sureste Asiático).
Cuando los políticos de derechas te hablan de libertad, no es de tu libertad de la que hablan, sino de la libertad de los ricos a tenerte como esclavo si por desgracia tu necesidad así lo permite. Siempre que han tenido la oportunidad de votar libertades de las personas han votado en contra (votaron en contra del divorcio, en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo, en contra del aborto, en contra del prohibir el trabajo infantil o de la investigación con células madre para avanzar en cura de enfermedades como el cáncer).
Dicen Abascal o Milei, que lo mejor para los trabajadores es que pacten libremente contrato con sus empleadores, y con esto hacen referencia a permitir contrataciones sin unos mínimos básicos establecidos por las leyes (convenios colectivos, Estatuto de los Trabajadores o Ley de Prevención de Riesgos Laborales). Una ausencia normativa reguladora de los derechos y obligaciones laborales, económicas y preventiva para la salud de los trabajadores. Habiendo parados, por desgracia, siempre habrá alguien que haga el trabajo. El empleador contratará al trabajador menos exigente (que por supuesto también estará capacitado para el trabajo) y tarde o temprano incluso el trabajador que en un principio exigía condiciones laborales dignas, acabará cediendo por necesidad y aceptando el trabajo basura.
Los políticos de derechas deforman la realidad para acomodar sus discursos. Dicen Abascal y su amigo Milei, que hay que dejar de tratar a las mujeres como víctimas y como a personas que necesitan cuidados especiales. Que desde la izquierda se considera a las mujeres como seres inferiores y por eso les otorgan privilegios. Es una pena que haya incluso mujeres jóvenes que utilicen este discurso. Ninguna ley emana para privilegiar a las mujeres por el hecho de ser mujeres. En cambio si se han aprobado normativas con la intención de lograr la igualdad de condiciones para acceder a determinados ámbitos sociales o laborales. Basta con ver algunas fotografías, de eventos realizados por grupos directivos de hace algunos años, para comprender la necesidad legal de facilitar el acceso de las mujeres a esos ámbitos, ya que de no ser así esas cúpulas empresariales seguirían prácticamente sin representación femenina. Por otro lado, se han aprobado leyes para proteger a las víctimas de violencia machista. Vivimos en un país en el que en una década se han producido más de 1000 asesinatos machistas, más muertes que por el terrorismo etarra en un mismo periodo de tiempo, y para las víctimas de terrorismo se promulgó una ley antiterrorista, que entre otras cosas protegía y reparaba daños, en la medida de lo posible, a las víctimas del terrorismo y a sus familiares. A nadie se le hubiera ocurrido decir que esto fue algún tipo de privilegio hacia esas personas, nadie se negó a esa ley, pero en cambio nuestros fascistas camuflados le cambian el nombre a la violencia machista y la llaman “violencia intrafamiliar”, con lo que consiguen que esa violencia deje de reconocerse como una violencia que se ejerce contra las mujeres por su condición como tal.
Tienen la desfachatez de decir que saben lo que es mejor para el planeta, al mismo tiempo que andan negando la aceleración del calentamiento global. Y en cuanto a este asunto dicen que lo mejor es dejar que el mercado encuentre, como ha hecho siempre, las mejores soluciones. Cómo se puede ser tan burro, ¿alguien cree de verdad que las fabricas iban a proteger el medio ambiente si no se les exigiera mediante leyes? Esta es la libertad de la que hablan desde la derecha y ultraderecha, la libertad de eliminar medidas anticontaminación, de protección ambiental o para evitar el agotamiento de recursos naturales (especies pesqueras, tala de árboles, etc). Habrá personas que escuchen los discursos de Milei, Abascal o Ayuso, y se crean que las grandes empresas serán capaces de anteponer la protección del medio natural, a sus ganancias económicas, cuando se ha demostrado sobradamente que el capitalismo no tiene límites y explotará todos los recursos naturales hasta agotarlos, si no se le pone límites mediante leyes.